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Mostrando entradas de 2015

Elemental

Era de noche aún, y ella levitaba sobre el pasto mojado. Se sentía fuerte, potente, pero contenida. Cuando los primeros rayos del sol le tocaron la piel abrió los ojos, la boca, las fosas, los oídos. Tensó los músculos, erizó lo pelos, expandió el pecho, los poros, las pupilas. Con fuerza expansiva se abrió al mundo y dejó que la habitara. Sin pensarlo, se convirtió en onda y recorrió distancias luminosas en un movimiento rápido y excitado. Contra tantas maravillas se frotó con la intención de penetrarlas, que de pronto se convirtió en llamarada, una fuerza ígnea que consumió todo lo que la rodeaba hasta que solo quedaron cenizas. Toda ella se redujo a un ovillo de brasas incandescentes. Latió hasta enfriarse y transformarse en lago. Replegó cada partícula de su líquida existencia hasta un hueco hondo y agrietado. La libertad área la había consumido hasta casi destruirla. Habitó sus oscuridades frías y acuáticas durante mucho tiempo y en silencio. Tanto se acostumbró a adapt

Sintestesias

Me dijiste chau con la mano como si fuéramos a volver a vernos. Sonreías primaveral y me mirabas en sol mayor. Los pies, sin embargo, se te clavaron al andén con indecisión. Pensé en irme así nomás, dándole la espalda a esa fotografía metálica que me ofrecías de souvenir. En cambio, me acerqué lo más atardecer que pude y entrelacé mis dedos con los tuyos, tan silenciosos. Me detuve un instante. La sonrisa siguió intacta, pero se te puso azul (casi gris) cuando te besé la mejilla izquierda. Los hoyuelos se te diluyeron con aroma a niebla y la mirada te brilló salada. Sentí tu aliento derretirse en escala descendente. La piel de la nuca tembló en bemol. Cuando despegué los labios de tu cuello, te escuché parpadear púrpura aterciopelado. Olías a susurro. Te di un beso naranja. Me fui sin mirar atrás.

desaparecido

Mientras arden los papeles, te pateo la cabeza como a una pelota desinflada. Te vuelo todos los dientes de una sola trompada. Te saco los ojos, de a uno por vez y con cuchara sopera. Te apuñalo por la espalda (aunque el traidor seas vos). Te arranco los pelos hasta que se te vea el cráneo, te quemo la piel con un destornillador caliente, te encierro en un sótano sin luz y sin agua. Te disfrazo de cura y dejo que revientes frente a un espejo. Después empiezo la tortura. Te desfiguro la cara hasta que parezcas un rompecabezas con las fichas mezcladas.Te licúo todos los olores hasta que olés a nadie. Y con una lija finita te voy borrando todas las marcas, cada una de tus pecas, hasta el último lunar. Te quito, con una paciencia que parece ternura, cada cicatriz que te haya hecho la vida. Y como gesto final, te limo las huellas dactilares con un bisturí. Que nadie sepa tu número recuerde tu cumpleaños mire tu facebook guarde tus fotos pronuncie tu nombre sepa quién sos o quién

Recuerdos de personas que no conocí

A veces extraño, y mucho, a personas que no conocí jamás. Mi abuela Emma, por ejemplo. Ella se murió muy joven. Yo nací demasiado tarde. De chica me contaron que mi segundo nombre honraba el suyo. De grande, una anécdota de sobremesa me reveló otra verdad: mi abuela detestaba el nombre que le habían dado al nacer y, a fuerza de voluntad y determinación, convenció a todos de que la llamaran por el que se eligió para sí misma.  Mi nombre no era, ni había sido nunca, el suyo. El eco de la anécdota que me había borrado los comienzos, poco a poco, dejó de encontrar muros dónde perpetuarse. Decidí que era tiempo de hacerlo mío. Empecé a escribir. Fue entonces que c omprendí (supe, lo sentí) que había entre nosotras algo más fuerte que un nombre. Yo no había heredado el suyo, es verdad. Pero sí algo más íntimo, más original: una conexión literaria.  Lo que me había quedado de ella no era su nombre: era una historia encerrada en sólo dos sílabas. E M M A (me gusta pensar que  intuyendo

Conversaciones

Te estoy hablando y me arriesgo a la desconexión, soy subterráneamente inalcanzable por mi conocimiento. Clarise Lispctor - Agua viva No te entiendo salvo porque te comprendo. Comprendo ese saber sinsaberse el estar frente a palabras conocidas conceptos aprendidos ideas familiares lenguajes maternos y que todo resulte virósico bacterioso parasitariamente ajeno diferente exterior contagiosamente d e s c e n t r a d o de ese centro que SOY y no re-co-noz-co. Comprendo ese saberse sinsaber esa intuición alerta que activa los poros de la piel que me revela Verdades Absolutas en segundos de contemplación que me indica el camino sin señas ni contraseñas Y que mueve mis piernas a destinos certeros aunque no sepa el motivo, la finalidad, el propósito ni el sentido. Comprendo (pues no hay manera de entender) ese deshilacharse en pensamientos enredados en palabras que se entraman -que se enlazan de acuerdo con una lógica cromática o un criterio texturado- y tejen u

espejismo

Ayer salí a caminar y todo me hablaba de él. La humedad del aire, los reflejos apagados del sol, el mar ruidoso y mimoso a la vez. Mi intuición lo percibía en la atmósfera cargada, en cada gota suspendida, el gusto a sal en la piel, la arena entre los pies. Vi sus huellas. La espuma escribía su nombre. Y yo sabía que él estaba ahí, en esa playa, a esa hora, con los pies mojados y la camisa abierta, caminando desde el horizonte para encontrarse conmigo. Caminé por horas, soñando tu silueta. No te esperé. No hizo falta. Hoy el mar me contó otra historia. La playa está desierta.

Eso que somos

El mar arrastra a la arena y la arena deshace al mar. Avanza uno, retrocede el otro. Y cuando la batalla parece tener un vencedor, la luna -con su influencia sideral- revierte la situación y todo vuelve a empezar. Quien mira al mar transformarse en ola amenazante para acabar en espuma débil en la arena el tiempo suficiente, aprende rápidamente que ninguno de los dos –ni el mar ni la arena- podrán terminar jamás con esa rutina irreversible. Y entonces, lo que hasta ese momento parecían dos entidades diferentes, opuestas, enfrentadas, se vuelven  -a los ojos de quien sabe observar y esperar- dos principios de un mismo movimiento, y ya no sabe dónde empieza uno, ni cuándo comienza el otro. Así, como el mar y la arena, somos las personas: seres desdoblados pero únicos, divididos pero completos, contradictorios y en constante batalla con nosotros mismos, siempre una versión diferente de la misma obra. Y así nacemos, crecemos y vivimos: haciendo y deshaciendo, borrando y reescrib