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Mostrando entradas de enero, 2015

espejismo

Ayer salí a caminar y todo me hablaba de él. La humedad del aire, los reflejos apagados del sol, el mar ruidoso y mimoso a la vez. Mi intuición lo percibía en la atmósfera cargada, en cada gota suspendida, el gusto a sal en la piel, la arena entre los pies. Vi sus huellas. La espuma escribía su nombre. Y yo sabía que él estaba ahí, en esa playa, a esa hora, con los pies mojados y la camisa abierta, caminando desde el horizonte para encontrarse conmigo. Caminé por horas, soñando tu silueta. No te esperé. No hizo falta. Hoy el mar me contó otra historia. La playa está desierta.

Eso que somos

El mar arrastra a la arena y la arena deshace al mar. Avanza uno, retrocede el otro. Y cuando la batalla parece tener un vencedor, la luna -con su influencia sideral- revierte la situación y todo vuelve a empezar. Quien mira al mar transformarse en ola amenazante para acabar en espuma débil en la arena el tiempo suficiente, aprende rápidamente que ninguno de los dos –ni el mar ni la arena- podrán terminar jamás con esa rutina irreversible. Y entonces, lo que hasta ese momento parecían dos entidades diferentes, opuestas, enfrentadas, se vuelven  -a los ojos de quien sabe observar y esperar- dos principios de un mismo movimiento, y ya no sabe dónde empieza uno, ni cuándo comienza el otro. Así, como el mar y la arena, somos las personas: seres desdoblados pero únicos, divididos pero completos, contradictorios y en constante batalla con nosotros mismos, siempre una versión diferente de la misma obra. Y así nacemos, crecemos y vivimos: haciendo y deshaciendo, borrando y reescrib