Ayer salí a caminar y todo me hablaba de él. La humedad del aire, los reflejos apagados del sol, el mar ruidoso y mimoso a la vez. Mi intuición lo percibía en la atmósfera cargada, en cada gota suspendida, el gusto a sal en la piel, la arena entre los pies. Vi sus huellas. La espuma escribía su nombre. Y yo sabía que él estaba ahí, en esa playa, a esa hora, con los pies mojados y la camisa abierta, caminando desde el horizonte para encontrarse conmigo. Caminé por horas, soñando tu silueta. No te esperé. No hizo falta. Hoy el mar me contó otra historia. La playa está desierta.