Me deslizo a 40 centímetros del suelo
las baldosas flojas me salpican los tobillos
el aire frío me corta la piel, y los nudillos
se aprietan en el tubo frío y metálico del manubrio.
Doblo en la avenida y, cuando subo al cordón,
la luz de mayo me enceguece.
Estiro esos segundos sin ver
esa fracción de tiempo en suspensión
flotando en movimiento en equilibrio
y mi sombra que pisa el pasto
a mi derecha, me dice
desviemos el destino
salgamos del camino pautado
perdámonos entre los árboles
de esta bocanada de verde
en medio de tanto run run
Persiguiendo destellos de sol que
se filtran entre las ramas dibujando
lucecitas en el revés de mis párpados
me despego del suelo
sobrevuelo las copas más altas
saludo a la vieja que riega cactus en un balcón
dibujo el mapa de un zoológico desierto
me suspendo ante el paso del tren
le invento secretos a los pasajeros dormidos
Como el que lee de noche y se desvela al amanecer
Como el que corre porque sabe que
correr también es una forma de caminar
Como el que se sienta al sol en un banco despintado
en el borde de una plazoleta transitada
porque ahí pega el sol, cierra los ojos
y sonríe.
Hablo de sacarse los zapatos
y llenarse los pies de arena
Hablo de soplar panaderos
y ver las semillas perderse en
el fondo azul del cielo
Hablo de inventar canciones
mientras bailo
Hablo del que se ríe del sonido de la risa ajena
del que, como mi sombra, piensa
qué hermoso es
poder volar
sobre ruedas.
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